viernes, 18 de abril de 2008

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Tres pequeños orcos jugaban alegremente alrededor de un árbol que estaba cerca de un campamento. Era un roble gigantesco, de cientos de años, que había visto incontables guerras entre los humanos y otras razas y, otras veces, entre ellos mismos. En su tronco y sus ramas se podían ver las cicatrices de cruentas batallas... marcas de espadas, hendiduras de mazas, heridas de flechas, cicatrices de fuego... Muchas veces, el árbol presenció cómo morían los soldados de distintos bandos. Muchas veces vio gente siendo emboscada, bañando sus raíces y sus hojas con sangre. Muchas veces, tal como hoy, ocultó arqueros de aguda vista y certeros disparos...

Y una vez más, el gigantesco y viejo roble se ha bañado en sangre... la sangre de tres pequeños orcos que jugaban alegremente alrededor de él...

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